mayo 09, 2008

Perspectiva, una cuestión de vasos medio vacíos o medio llenos

Una profecía que se autocumple es una suposición o predicción que, por sola razón de haberse hecho, convierte en realidad el suceso supuesto, esperado o profetizado y de esta manera confirma su propia "exactitud". Por ejemplo, si alguien por alguna razón supone que se lo desprecia, se comportará precisamente por eso de un modo desconfiado, insoportable, hipersensible que supondrá en los demás el propio desdén del cual el sujeto estaba convencido y que queda así "probado".
Un hecho todavía no producido, futuro, determinó efectos en el presente. Efectos que a su vez hicieron que cobrara realidad el hecho pronosticado. El futuro y no el pasado determinó pues el presente.
Un acto que es resultado de una profecía que se autocumple crea primero las condiciones para que se de el suceso esperado y en este sentido crea precisamente una realidad que no se habría dado sin aquel. Dicho no es pues ni verdadero ni falso; sencillamente crea una situación y con ella su propia "verdad".
La persona reacciona a un fenómeno que ya se desarrolla en el presente y de esta manera influye su curso en el presente. El curso se desencadena por obra de las medidas que se toman como (presunta) reacción al curso de cosas esperado. La presunta reacción (el efecto) es efectivamente una acción (la causa); la "solución" crea el problema; la profecía de un suceso hace que se cumpla el suceso profetizado.
La experiencia cotidiana nos enseña que sólo muy pocas profecías se autocumplen, sólo cuando se cree en una profecía, es decir, sólo cuando se la ve como un hecho que ya ha entrado, por así decirlo, en el futuro, puede la profecía influir en el presente y así cumplirse. Cuando falta este elemento de la creencia o de la convicción, falta también el efecto.
(Paul Watzlawick, "Profecías que se autocumplen", en La realidad inventada).

Un ejemplo claro:
Supongamos que en los medios dicen que habrá escases de un bien X (o que subirá de precio) en los próximos días. Entonces, la gente rápidamente sale a provisionarse de ese bien a fin de no faltarle (o de adquirirlo a un costo menor). Como consecuencia, el bien X efectivamente escasea (o aumenta de precio). Es decir, la predicción creó una situación en el presente que provocó su cumplimiento en el futuro.

Esto me deja pensando... ¿qué pasaría, entonces, si en vez de pensar siempre lo peor, pensáramos lo mejor? ¿Qué ocurriría si empezáramos a ver el vaso medio lleno, en vez de medio vacío? ¿Y si en vez de quejarnos de los problemas, buscáramos soluciones?

No digo que el querer o anhelar algo implicará obtenerlo, pero tampoco hará daño intentarlo, ¿no?


"Ella está en el horizonte. Me acerco dos pasos, ella se aleja dos pasos. Camino diez pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. Por mucho que yo camine, nunca la alcanzaré. ¿Para que sirve la utopía? Para eso sirve: para caminar" (Eduardo Galeano, Ventana sobre la utopía).

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