julio 17, 2008

Último final

Hoy aprobé la última materia de la licenciatura en Periodismo (sólo adeudo la tesis monográfica). De camino al exámen, iba en el colectivo pensando en el siguiente pasaje:

"Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado" (Efesios 1:3-6).

Y, si bien no viene al caso qué implica este hermoso fragmento exactamente, me quedé reflexionando en el final. Y así llegué a la facultad.

Rendí el exámen oral, uno bastante mediocre por cierto, y me retiré a esperar la nota seguro de haber desaprobado. Al rato, la profesora entrega las notas e, increiblemente, ¡descubro que aprobé! Raspando, dejando la piel en el alambrado, pero, ¡aprobé! Por supuesto, no podía caer en mi asombro y alegría. Era pura misecordia.

Me dirigía de vuelta a mi casa, de nuevo en el colectivo, y volví a encontrarme pensando: "Para alabanza de la gloria de su gracia".

Entonces, entendí. Soy hijo para la gloria de su gracia. Y soy periodista (o casi, por el asunto de la tesis monográfica pendiente), ¡para la gloria de su gracia!

¡Ja! Así que de gloriarme, ¡nada! Como decía un amigo bastante entusiasta al respecto: "¡Es para ÉÉÉÉÉÉÉlllllll!".

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