mayo 16, 2008

Un zorro único en el mundo, o el reflejo de la propia luz

Últimamente ando extrañando mucho a una querida amiga. Ya hace bastante que no charlamos. Mi relación con ella es de esas que no dependen de la costumbre, los encuentros periódicos, ni los ámbitos de relación comunes. Claro que me gustaría tener la posibilidad de verla más seguido, pero tengo también la certeza de que la distancia no nos aleja. Es que, en cuanto nos vemos y empezamos a conversar, se siente como si no hubiese pasado más de una semana desde la última vez que nos encontramos, así hayan pasado varios meses.

“No era más que un zorro semejante a cien mil zorros. Pero yo lo hice mi amigo y ahora es único en el mundo” (Antoine de Saint-Exupery, El principito).

Para mí ella no era más que una chica igual a cualquier otra. Sin embargo, hoy me es única en el mundo. De ponerle un rótulo, una de esas nomenclaturas que tanto odio porque creo que más que explicar simplemente delimitan, diría que somos "mejores amigos". “La presencia de una persona dada es más que simplemente su apariencia o el sonido de su voz. También es su forma de pensar... y lo que probablemente sea más importante, los sentimientos que experimente respecto a uno” (David Eddings, El Tamuli).

Es que, piénsalo así: “¿Cuántos conoces que reflejen tu propia luz? La gente es más a menudo una antorcha que arde hasta apagarse. ¿Cuántas veces la gente toma y te devuelve tu propia expresión, tus más escondidos y temblorosos pensamientos?” (Ray Bradbury, Farenheit 451). Así me siento con ella. Con razón la extraño tanto...

A veces me siento como el personaje de esta publicidad de Telefónica:


¡Es tan dificil encontrar alguien que sintonice en nuestra misma frecuencia! ¡Tan a menudo nos encontramos esforzándonos por traducir aquello que nuestra alma piensa y siente, pero no puede expresar en palabras! Los verdaderos amigos, como la mía, son aquellos que pueden interpretar incluso hasta nuestros silencios.


“Junto a ti no tengo ya que disculparme, no tengo que defenderme, no tengo que probar nada (...) Más allá de mis palabras torpes, más allá de los razonamientos que me puedan engañar, tú consideras en mí simplemente al Hombre, tú honras en mí al embajador de creencias, de costumbres, de amores particulares. Si difiero de ti, lejos de menoscabarte, te engrandezco. Me interrogas como se interroga al viajero.
Yo, que como todos, experimento la necesidad de ser reconocido, me siento puro en ti y voy hacia ti. Tengo necesidad de ir allí donde soy puro. Jamás han sido mis fórmulas ni mis andanzas las que te informaron acerca de lo que soy, sino que la aceptación de quien soy te ha hecho, necesariamente, indulgente para con esas andanzas y esas fórmulas. Te estoy agradecido porque me recibes tal como soy. ¿Qué he de hacer con un amigo que me juzga? Si recibo a un amigo a mi mesa, le ruego que se siente, si renguea, pero no le pido que baile.
Amigo mío, tengo necesidad de ti como de una cumbre donde se puede respirar (...) Si todavía combato, combatiré un poco por ti. Tengo necesidad de ti para creer mejor en el advenimiento de esa sonrisa. Tengo necesidad de ayudarte a vivir (...) Yo serviré a tu verdad como tú hubieras servido a la mía”
(Antoine de Saint-Exupery, Carta a un rehén).

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me sentí demasiado identificada con tus palabras, me pasa exactamente lo mismo con una persona que hace un año ni sabía que existía... y hoy es tan fundamental para mi...Hace cinco meses ya no nos vemos, porque vivimos en diferentes países, y se que va a ser casi imposible volver a vernos, pero seguimos tan en contacto que sabemos donde está el otro, que está haciendo y lo que piensa... Es una conexión muy especial, una "luz" especial... Que lindo saber que otras personas pueden experimentar lo sublime que me pasa a mi, aunque a veces me haga sufrir mucho... Muy buenas todas las citas que escribiste, describen muy bien el sentimiento!!