diciembre 24, 2008

La virgen que lo parió

Dejo algo que escribió un amigo para estos días:

La virgen que lo parió, por Lucas Magnín

"En el interior del interior de un país insignificante, en medio del olor de vacas, ovejas y pastores ignotos, bajo el yugo de servidumbre a la Roma decadente, nace Dios. María grita mientras puja y puja. Cristo ingresa al mundo por las puertas de la sangre, la fuerza y un desbocado chillido que retumba en las órbitas cavernosas. Forcejeos. Horribles miedos consejeros en las temblorosas piernas como puentes; las intrigas y la duda de la vida o lo desconocido o lo definitivo. El estómago como un globo enorme, tambaleándose, contrayéndose y simulando un estremecimiento final para luego renacer en golpes de puño y nuevos recrudecimientos. Toda la cara hecha sudor y nervios. Pulsión de músculos debatiendo; arrugas de gozo, comisuras caídas por el quebranto, lágrimas rituales y encías abdicando hacia lo profundo. Testigos emplazados junto al altar de la creación, como peces o ramas o alimentos. Irradiar; la iridiscente superación del umbral uterino. Pequeños dedos de un pie minúsculo avanzando hacia lo nuestro, pateando el destino de la desesperanza, el abandono y la paranoia de la leche desparramada en pleno desierto. Una carne roja emergiendo débil, indefensa; la inocencia de un golpeteo seco e inmediatamente, sobre los ahogos, un grito de paz.

Algunas manos se ciernen en el espacio lleno de pujas y verdades indisolubles para asistir al rústico duelo en el que Dios y el hombre, lo primitivo y lo final, las garras y el desasosiego, los brotes y la hoz, Adan y Eva y sus descendientes y el futuro de todos se entrecruzan en el saludable hábito carmesí de vencer la muerte desde la sangre... vencer la muerte desde la sangre... vencer la muerte desde la sangre... como el Cristo nos enseñó otra vez.

Tengo entre las manos el retrato de un Dios tan moderno como mis dedos, un Dios que se parece poco a los estereotipos, y que rompe los cristales de nuestra soledad. Si Cristo viniera hoy sería keniata, servio, boliviano o vietnamita; se parecería tanto y tan poco a mí y a mis prójimos que nos dejaría entre la incredulidad, el fascino y el desencanto; deconstruiría a Derridá, desafiaría a Bush, usaría parábolas de la cultura de masas; estaría rodeado de las personalidades pero dormiría en las favelas; no defendería partidos ni sectores ni siglas; protegería a los desclasados, a los que son escupidos y a los que se crucifica a diario. Saldría a menudo en las noticias acusando a la prensa de olvidar a los mártires de China, de levantar la bandera de los vampiros y hacer que tantos inseguros consuman hasta quedar anoréxicos por dentro.

Si Cristo volviera hoy, tendría una fragilidad misteriosa, una fuerza descomunal recluida en un rostro de amor. Sería como ese niño que nace en las periferias, y sin embargo controla el universo. Sería como ese adulto que se deja crucificar, y sin embargo la muerte no puede vencerlo. Sería como ese espacio vacío que ahora mismo te grita desde adentro, y sin embargo deja que seas vos quien le ponga palabras y amor y contacto a una Navidad llena de consumo.

Dios quiere nacer en tu corazón... y vos sos el dueño del pesebre".



Feliz Navidad para todos. Y, como dice otro amigo, no olvides que "Navidad es Jesús".

octubre 22, 2008

Seguridad y libertad

"Those who would give up essential liberty to purchase a little temporary safety deserve neither liberty nor safety" (Benjamin Franklin, An Historical Review of the Constitution and Government of Pennsylvania).

"Hace exactamente setenta años [1929], Sigmund Freud escribió Das Unbehagen in der Kultur, traducido al español bajo el título El malestar en la cultura. En esa obra primordial, Freud sugería que la “cultura” [occidental moderna] es un trueque: un valor atesorado se sacrifica a cambio de otro, igualmente imperativo y caro al corazón. En la traducción, leemos que el mayor don de la cultura es la seguridad que ofrece: seguri-dad con respecto a los muchos peligros que proceden de la naturaleza, del propio cuerpo y de las demás personas. En otras palabras, la cultura libera del miedo o, por lo menos, hace que los miedos resulten menos intensos y terribles. A cambio, sin embargo, la cultura impone restricciones –a veces severas, generalmente oprimentes, siempre irritantes– a la libertad individual. Los seres humanos no son libres de ir en pos de todo lo que sus corazones desean, y casi nada puede alcanzarse con la profundidad que nuestro corazón desearía. Los instintos son mantenidos a raya o suprimidos de plano: desventurada situación, que causa desazón psíquica, neurosis y rebeldía. Los malestares más comunes y las conductas transgresoras del orden emanan, según Freud, del sacrificio de gran parte de la libertad individual en aras de lo que hemos ganado –colectiva e individualmente– en términos de seguridad individual" (Zygmunt Bauman, En busca de la política).





Sin comentarios...

octubre 12, 2008

Cry out

Tantos clamando por ayuda al silencio, encerrados en su soledad más sola, dolidos de su dolor más hondo, quebrados en lo más medular de su quebranto. Aullidos sordos. Alaridos apagados. Lágrimas resecas. El escozor se gesta cuando el llanto se seca. No se capitula hasta que se duele árido. Las entrañas arden cuando los ojos se cansan de hablar. Las víceras duelen cuando las pupilas se apagan. El jadeo tembloroso de la desesperación. El suspiro prolongado de la resignación. La exhalación profunda del abandono completo. La oscuridad. La nada.

Is there anybody out there? Can anybody hear me? Can anyone even notice?



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"Dichosos los que sufren, porque serán consolados" (Mateo 5:4).

"Así dice aquel cuyo nombre es el Señor, el que hizo la tierra, y la formó y la estableció con firmeza: `Clama a mí y te responderé´" (Jeremías 33:2-3).

octubre 11, 2008

"Si ya terminaste, entonces podés volver a empezar"

Y pensar que censuraron esta publicidad...



“En lo profundo de su alma, conserva probablemente un secreto que defiende celosamente. Algunos nobles venidos a menos, arrinconados en una escuálida buhardilla, obligados a medir el pan, guardan en el fondo de un arca una joya minúscula que les recuerda los tiempos dichosos. También ella. Una existencia destrozada. Pero, en un ángulo, protegido obstinadamente contra las desilusiones en serie y las experiencias más degradantes, hay un trozo de esperanza. Esperanza de encontrar a alguien que no la considere solamente como instrumento de placer. Esperanza de poder ofrecer el propio corazón, además el cuerpo. Esperanza de volver a empezar todo de nuevo, de partir otra vez de cero. Esperanza de ser finalmente comprendida” (Alessandro Pronzato, Evangelios molestos).

septiembre 27, 2008

"Interrogando al legalista que llevamos dentro", por C. J. Mahaney

Detente un momento y recuerda.

Recuerda dónde estabas y cómo se sentía… ese momento en que entendiste la cruz por primera vez… cuando realmente comprendiste qué pasó en el Calvario, y qué significa verdaderamente que Cristo murió por tus pecados, qué significa verdaderamente ser salvo.

¿Recuerdas la pasión que tenías por Jesús? ¿Recuerdas el gozo y la desbordante gratitud a Dios que trajo el saber que tus pecados fueron perdonados?

Ahora piensa en tu vida cristiana de hoy. ¿Has avanzado hacia otras cosas? Quizás estás enfocado principalmente en combatir la lujuria, o en alcanzar relaciones puras con el sexo opuesto, o en batallar contra el orgullo, o en cultivar la paciencia.

Si es así, es probable que ahora la vida sea un poco diferente para ti. Quizás a menudo te falta el gozo, o te preguntas por qué no puedes progresar más en la madurez espiritual, o te sientes condenado cuando pecas. Así que estudias más la Biblia, o asistes a otra reunión de un grupo pequeño, o comienzas a servir en otras áreas en la iglesia, o lees el último libro.

Todas estas prácticas son buenas. Algunas son vitales. Pero déjame sugerir la causa probable de tus problemas: quizás simplemente te has alejado del mensaje que te salvó. Si careces de pasión por Dios, si te preguntas a veces a dónde se fue tu gozo, entonces considera: ¿sigues aferrado al evangelio? Así sea que hayas crecido en la iglesia o que te hayas salvado en las calles, fuiste salvado por el mismo mensaje sencillo: Cristo murió por tus pecados.

La manera en la que comenzamos este camino de fe debería ser la manera en la que lo continuamos. Empezamos con el evangelio. Deberíamos continuar con la misma fe sencilla en el mismo evangelio profundo. Nuestra tendencia a alejarnos del mensaje con el que comenzamos no es nueva. El apóstol Pablo se refirió a esta tendencia cuando escribió:

“¡Gálatas torpes! ¿Quién los ha hechizado a ustedes, ante quienes Jesucristo crucificado ha sido presentado tan claramente? Sólo quiero que me respondan a esto: ¿Recibieron el Espíritu por las obras que demanda la ley, o por la fe con que aceptaron el mensaje? ¿Tan torpes son? Después de haber comenzado con el Espíritu, ¿pretenden ahora perfeccionarse con esfuerzos humanos?” (Gálatas 3:1-3).

Pablo le recuerda a la iglesia el mensaje con el que la iglesia comenzó: “Jesucristo … crucificado”. La cruz es donde deberíamos estar plantados. La cruz nos recuerda que nuestros mejores esfuerzos nunca podrían alcanzar el perdón de Dios. Y la cruz nos recuerda que la obra de Cristo en nuestro lugar está por siempre acabada, así que nuestros mejores esfuerzos jamás podrán sumarse a Su obra.

¡Cuán rápido nos alejamos de este mensaje esencial! Comenzamos a basar nuestra relación con Dios en nuestro desempeño. Queremos sustituir nuestras obras –nuestra lectura bíblica, nuestra asistencia a la iglesia, nuestra participación en la iglesia- por la obra acabada de Cristo. Fácilmente caemos en la sutil pero seria trampa del legalismo, porque cada uno de nosotros tiene un legalista escondido dentro.

Si este término no te resulta familiar, así es como me gusta definir al legalismo: Legalismo es intentar alcanzar el perdón de Dios, la justificación ante Dios, y la aceptación de parte de Dios, a través de nuestra obediencia a Dios.

En otras palabras, un legalista es cualquiera que se comporta como si él o ella pudiera ganarse la aprobación y el perdón de Dios a través del desempeño. En esencia, el legalismo es auto-expiación por el propósito de la auto-glorificación y finalmente la auto-adoración. Muchos de nosotros (y aquí me incluyo a mí mismo) podemos acercarnos al legalismo casi sin darnos cuenta. Pero el legalismo es serio y es mortal.

Puedo asegurarte que en las próximos 24 horas tú y yo enfrentaremos a la tentación del legalismo – otra vez seremos desafiados y nos enfrentaremos con el legalista que llevamos dentro. Para combatir esta tendencia pecaminosa en nuestro propio corazón, es de suma importancia que nos mantengamos plantados en lo bueno del evangelio – para continuar en el mensaje con el que empezamos.

Aquí hay tres maneras que puedes intentar conseguir para mantenerte plantado en lo bueno del evangelio diariamente:

Primero, recuerda la cruz. “Ante sus propios ojos Jesucristo crucificado ha sido presentado tan claramente”. Pablo les recordó a los gálatas acerca de la cruz, y nos recuerda a nosotros también, porque nuestra tendencia y tentación diaria es olvidar la cruz. Reconoce esta tendencia en ti y recuérdate frecuentemente acerca de la cruz. Lee libros cuyo mensaje esté centrado en la cruz, escucha sermones cuyo mensaje esté centrado en la cruz, y memoriza versículos de las Escrituras referidos a la obra de Cristo en la cruz.

Segundo, haz memoria de tu conversión. “Quiero que me respondan esto: ¿Recibieron el Espíritu por las obras que demanda la ley, o por la fe con que aceptaron el mensaje?”. Con esta pregunta, Pablo nos señala de nuevo el mensaje que nos salvó. Él quiere que comencemos a interrogar al legalista que llevamos dentro, cada vez que el legalismo intenta sublevarse para adulterar o negar el poder único y salvador de la gracia de Dios. Recordar cómo nos convertimos es hacer memoria de la gracia. Como costumbre, aprovecho cada oportunidad para compartir mi testimonio con otros cristianos, y les pido que me compartan el suyo. Encuentro que esta costumbre nos ayuda a maravillarnos juntos de la gracia.

Tercero, examina tu esperanza. “Después de haber comenzado con el Espíritu, ¿pretenden ahora perfeccionarse con esfuerzos humanos?”. Aquí hay otra pregunta reveladora para el legalista dentro tuyo y dentro mío. Así que por favor ten bien en claro esto: nunca vas a estar más justificado -más aceptado por Dios y más justo ante sus ojos- de lo que lo estás ahora o lo que lo estabas en el primer momento en que ejercitaste el regalo de la fe en la persona y obra de Jesucristo. Nuestra esperanza para cada día no se basa en tratar de ganarnos el perdón de Dios, sino en mirar hacia fuera y hacia arriba, confiando en la obra del Hijo de Dios en nuestro lugar, porque nuestra justificación es en Su nombre, permanentemente y para siempre.

Recomiendo estas prácticas porque soy muy conciente de mis tentaciones y tendencias para intentar pasar desapercibido algo de mi carácter en la obra de gracia de Dios. Trato de sumar lo que hago a lo que Cristo ya hizo. Enfrento la tentación constante del legalismo. Pero plantarme cerca de la cruz me ayuda, por la gracia de Dios, a alejarme del legalismo.

Hay esperanza para nosotros en el evangelio. El evangelio nos ayuda a liberarnos del legalismo. El evangelio quita mis ojos de encima mío y los pone en Dios. Así que, en tu pelea contra el legalista que llevas dentro, recuerda la cruz. Haz memoria de tu conversión. Examina tu esperanza.

Sólo en la segura y certera esperanza en el evangelio podemos encontrar nuevamente esa llenura de gozo, pasión y gratitud centrada en Dios. Empezaste con el evangelio, así que quédate con el evangelio.


Copyright © 2007 Sovereign Grace Ministries. All rights reserved. International copyright secured. This article was published on Boundless.org on March 15, 2007.

Tomado y traducido de http://www.boundless.org/2005/articles/a0001465.cfm

septiembre 12, 2008

El excesivo amor de Dios

Dios cometió la locura de amarnos porque sí. Es decir, de amar a todos porque sí. Me refiero al nosotros más inclusive posible, ése de la humanidad. Porque me amó tanto a mí como a aquellos a quienes yo no puedo (o quizás no quiero) amar. Amó por igual a hombres y mujeres, blancos y negros, esclavos y libres, ricos y pobres, judíos y nazis. En un mundo plenamente maniqueísta, donde sólo está permitido amar al bueno, vino Jesús a trastocar todo al desenmascarar la verdad y amar sin distinción: “En realidad, todos son malos -dijo-, todos se olvidaron de cómo ser buenos, sólo que a unos se les nota más o menos que a otros. No los amo por su bondad o su maldad. Los amo simplemente por ser”.
Me pregunto, ¿podremos realmente aceptar que nos ame a todos por igual? ¿Qué nos ame tanto a ti y a mí como a un torturador, un abusador de menores o un genocida? ¿Seremos acaso capaces de perdonarle tanto amor?



¿Podremos "aceptar un corazón [el del Padre] cuya medida consiste en ser sin medida. Cuya razón cosiste en ser sin razón"? (Alessandro Pronzato, Evangelios molestos).

septiembre 01, 2008

El rico tiene necesidad del pobre

Hace unas semanas hablaba con una amiga, Magui Vieyra, y me decía que uno de los problemas que ve en la iglesia cristiana en cuanto a la acción social, es que se la entiende meramente como asistencia al necesitado, como simple provisión de paliativos. "A los pobres, -me decía- se les da pescado, en vez de enseñarles a pescar. Eso no soluciona el problema". Me dejó pensando, como tantas otras veces...

Jesús dijo: "Dichosos ustedes los pobres, porque el reino de Dios les pertenece. Dichosos ustedes que ahora pasan hambre, porque serán saciados. Dichosos ustedes que ahora lloran, porque luego habrán de reír (...) Pero ¡ay de ustedes los ricos, porque ya han recibido su consuelo! ¡Ay de ustedes los que ahora están saciados, porque sabrán lo que es pasar hambre! ¡Ay de ustedes los que ahora ríen, porque sabrán lo que es derramar lágrimas!" (Lucas 6:20-21,24-25).

Ayer, leyendo un libro de un gran autor, me encuentro con esto: A veces, "el rico ve al pobre de una manera equivocada. Como instrumento. Instrumento para ganar el paraíso. En tal caso, el rico tiene necesidad del pobre. Para darle limosna. Pero tiene necesidad de que el pobre siga siendo pobre, no piensa en `promocionarlo´. Si no, ¿cómo podría hacer limosna? ¿Cómo podría entonces sentir su conciencia tranquila? ¿Cómo podría entonces él, rico, entrar en el paraíso? (...) Entonces no se sabe ver al hombre como persona. Sino sólo al hombre a nuestro servicio (...) El rico, si quiere salvarse, tiene que reconocer los derechos privilegiados del pobre. Estamos muy lejos del concepto como `medio´ para mi salvación. Del pobre como `escalón´ para subir al paraíso (...) Se trata de considerar al pobre como el único que `tiene derecho´. Respetarlo, no favorecerle. Honrarlo, no ser caritativo con él. Amarlo, no llenarle el estómago. Pedirle con humildad, no darle ocn altivez (...) La salvación del rico consiste fundamentalmente en ser astuto. O sea, en descubrir que las llaves del paraíso están en las manos del pobre. Tiene que pedirle al pobre permiso para entrar" (Alessandro Pronzato, Evangelios molestos).

Incluía también esta cita: "Nadie se ensoberbezca por dar al pobre. Que no diga en su corazón: yo doy y él recibe; yo lo acojo, porque él no tiene ni siquiera un techo. Quizás a ti te falte más. Quizás aquel a quien acojes es un hombre justo: él tiene necesidad de techo, tú del cielo; él no tiene dinero, pero a ti te falta la justicia" (Agustín de Hipona).

¿Será acaso que mi amiga tiene razón?


"Unos dan a manos llenas, y reciben más de lo que dan; otros ni sus deudas pagan, y acaban en la miseria" (Proverbios 11:24).

"Hay quien pretende ser rico, y no tiene nada; hay quien parece ser pobre, y todo lo tiene" (Proverbios 13:7).

agosto 14, 2008

Jesús va al fútbol

"Jesucristo nos dijo que nunca había visto un partido de fútbol. De manera que mis amigos y yo le llevamos a que viera uno. Fue una feroz batalla entre los ‘Punchers’ protestantes y los ‘Crusaders’ católicos.

Marcaron primero los ‘Crusaders’. Jesús aplaudió alborozadamente y lanzó al aire su sombrero. Después marcaron los ‘Punchers’. Y Jesús volvió a aplaudir entusiasmado y nuevamente voló su sombrero por los aires.

Esto pareció desconcertar a un hombre que se encontraba detrás de nosotros. Dio una palmada a Jesús en el hombro y le preguntó: ‘¿A qué equipo apoya usted, buen hombre?’.

‘¿Yo?’, respondió Jesús visiblemente excitado por el juego. ‘¡Ah!, pues yo no animo a ningún equipo. Sencillamente disfruto del juego’.

El hombre se volvió a su vecino de asiento y, haciendo un gesto de desprecio, le susurró: ‘Humm... ¡un ateo!’.

Cuando regresábamos, le informamos en pocas palabras a Jesús acerca de la situación religiosa del mundo actual. ‘Es curioso lo que ocurre con las personas religiosas, Señor’, le decíamos. ‘Siempre parecen pensar que Dios está de su parte y en contra de los del otro bando’.

Jesús asintió: ‘Por eso es por lo que Yo no apoyo a las religiones, sino a las personas’, nos dijo. ‘Las personas son más importantes que las religiones. El hombre es más importante que el sábado’.

‘Deberias tener cuidado con lo que dices’, le advirtió muy preocupado uno de nosotros. ‘Ya fuiste crucificado una vez por decir cosas parecidas, ¿te acuerdas?’. ‘Sí... y por personas religiosas precisamente’, respondió Jesús con una irónica sonrisa".
(Anthony de Mello, El canto del pájaro).

julio 31, 2008

"No es de bendición"

En mi adolescencia, una chica de mi grupo de amigos solía repetir el siguiente latiguillo hasta el hartazgo: "¡No es de bendición!". Lo usaba para referirse a temas de conversación, frases, actividades y, tristemente, hasta personas.

El concepto es más o menos así: "Si no es algo que un cristiano hecho fielmente a imagen y semejanza del prototipo que tengo en mente haría o diría, entonces está mal". Adios diversidad. Adios alteridad. "Si no hace las cosas como yo creo que deberían hacerse, o habla como creo que debería, o se viste como creo que debería, entonces no será de bendición para mi vida". Ergo, no es que no me acerco a él, sino que me propongo activamente mantenerlo alejado.

"—Maestro —intervino Juan—, vimos a un hombre que expulsaba demonios en tu nombre; pero como no anda con nosotros, tratamos de impedírselo" (Lucas 9:49).

"Sucedió que, estando Jesús a la mesa en casa de Leví, muchos recaudadores de impuestos y pecadores se sentaron con él y sus discípulos, pues ya eran muchos los que lo seguían. Cuando los maestros de la ley, que eran fariseos, vieron con quién comía, les preguntaron a sus discípulos:
—¿Y éste come con recaudadores de impuestos y con pecadores?
Al oírlos, Jesús les contestó:
—No son los sanos los que necesitan médico sino los enfermos. Y yo no he venido a llamar a justos sino a pecadores"
(Marcos 2:15-17).

Y sin embargo, cada tanto vuelvo a escuchar el "no es de bendición" en alguna boca.

Para preservar la salud de la comunidad, Pablo advertía: "Por carta ya les he dicho que no se relacionen con personas inmorales. Por supuesto, no me refería a la gente inmoral de este mundo, ni a los avaros, estafadores o idólatras. En tal caso, tendrían ustedes que salirse de este mundo. Pero en esta carta quiero aclararles que no deben relacionarse con nadie que, llamándose hermano, sea inmoral o avaro, idólatra, calumniador, borracho o estafador. Con tal persona ni siquiera deben juntarse para comer" (1°Corintios 5:9-11).

¿Qué pasó en el camino que nos llevó a pensar que teníamos las cosas más claras que Pablo, o aún que Jesús mismo? Digo, si tomamos en cuenta que fue Él quien nos mandó a amar a todos, a ser testigos suyos ante todos. A sanar a los que están enfermos, no a los sanos.

Y, en todo caso, supongamos que ciertamente alguien "no es de bendición" para nuestra vida, entonces, por Dios, ¡seamos nosotros de bendición para su vida! No nos escondas tras esta lamentable excusa.

Estoy convencido de que siendo de bendición, seremos bendecidos.

julio 22, 2008

Levantarse y ser visto

Decir la verdad tal como uno la ve requiere mucho valor cuando uno pertenece a una institución.

Pero desafiar a la propia institución exige aún más valor. Y fue esto lo que hizo Jesús.

Cuando Kruschev pronunció su famosa denuncia
de la era staliana, cuentan que uno de
los presentes en el Comité Central dijo:
«¿Dónde estabas tú, camarada Kruschev,
cuando fueron asesinadas todas esas
personas inocentes?».

Kruschev se detuvo, miró en torno por
toda la sala y dijo: «Agradecería que
quien lo ha dicho tuviera la bondad
de ponerse en pie».

La tensión se podía mascar en la sala.
Pero nadie se levantó.

Entonces dijo Kruschev: «Muy bien, ya
tienes la respuesta, seas quien seas.
Yo me encontraba exactamente en el mismo
lugar en que tú estás ahora».

Jesús se habría levantado.
(Anthony de Mello, El canto del pájaro).

julio 17, 2008

Último final

Hoy aprobé la última materia de la licenciatura en Periodismo (sólo adeudo la tesis monográfica). De camino al exámen, iba en el colectivo pensando en el siguiente pasaje:

"Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado" (Efesios 1:3-6).

Y, si bien no viene al caso qué implica este hermoso fragmento exactamente, me quedé reflexionando en el final. Y así llegué a la facultad.

Rendí el exámen oral, uno bastante mediocre por cierto, y me retiré a esperar la nota seguro de haber desaprobado. Al rato, la profesora entrega las notas e, increiblemente, ¡descubro que aprobé! Raspando, dejando la piel en el alambrado, pero, ¡aprobé! Por supuesto, no podía caer en mi asombro y alegría. Era pura misecordia.

Me dirigía de vuelta a mi casa, de nuevo en el colectivo, y volví a encontrarme pensando: "Para alabanza de la gloria de su gracia".

Entonces, entendí. Soy hijo para la gloria de su gracia. Y soy periodista (o casi, por el asunto de la tesis monográfica pendiente), ¡para la gloria de su gracia!

¡Ja! Así que de gloriarme, ¡nada! Como decía un amigo bastante entusiasta al respecto: "¡Es para ÉÉÉÉÉÉÉlllllll!".

julio 01, 2008

El camino no elegido

"Debo estar diciendo esto con un suspiro
de aquí a la eternidad:
Dos caminos se bifurcaban en un bosque y yo,
yo tomé el menos transitado,
y eso hizo toda la diferencia"
(Robert Frost, El camino no elegido).


Nosotros, ¿qué camino elegimos?

junio 26, 2008

Alanis Morissette - Uninvited (live)

¿Soy yo, o este tema está increible?




Lyrics

Like anyone would be
I am flattered by your fascination with me
Like any hot blooded woman
I have simply wanted an object to crave
But you, you're not allowed
You're uninvited
An unfortunate slight

Must be strangely exciting
To watch the stoic squirm
Must be somewhat heartening
To watch shepherd meet shepherd
But you, you're not allowed
You're uninvited
An unfortunate slight

Like any uncharted territory
I must seem greatly intriguing
You speak of my love like
You have experienced love like mine before
But this is not allowed
You're uninvited
An unfortunate slight

I don't think you unworthy
But I need a moment to deliberate.

junio 13, 2008

Publicidad: repetición ad nauseum y un muy bien felicitado

La publicidad es uno de los ámbitos en los que las ideas "dominantes" se expresan con mayor fuerza. Además, su constante repetición (de fondo, dado que entre sí apenas difieren en forma, y sólo superficialmente) ayuda a fijar en el inconciente colectivo los conceptos que trasmiten. Así, no es de extrañarse que en una sociedad preminentemente machista se destaquen avisos como estos:


“A largo plazo, los spots, aunque establezcan una competencia sobre las marcas, acaban teniendo, por acumulación, un discurso idéntico basado en valores comunes; todos repiten y acreditan los grandes mitos de nuestro tiempo: modernidad, abundancia, juventud, felicidad, ocio… Organizan así un ambiente cultural que incluye una constante repetición de las mismas ideas-fuerza; la mujer, por ejemplo, queda encerrada en una forma de hablar que sólo la identifica como objeto de placer o elemento doméstico, vive acosada y culpabilizada por la responsabilidad de la suciedad de la casa o de la ropa, el deterioro de su piel y de su cuerpo, el cuidado de los hijos y el aseo de sus nalgas, el estómago del marido, los ahorros del hogar, etcétera. No varía su situación de dependencia, bien sea en la oficina o en la cocina, en una playa o bajo la ducha: sigue siendo una esclava de los ojos de su dueño, haga lo que haga, el hombre la juzgará, y aunque se `libere´ por su trabajo en el exterior, deberá vigilar el olor de sus sobacos, la frescura de su aliento, el relieve de sus sujetadores o el color de sus medias” (Ignacio Ramonet, La golosina visual).

Quizás, al ver esas publicidades antiguas, de más de cincuenta años, sorprende ver cómo se menospreciaba a la mujer, al tratarla casi como un objeto del que su esposo es dueño. Sin embargo, las mismas ideas-fuerza siguen presentes en los avisos de hoy, sólo que de manera no tan evidente:


Esa publicidad es de 2006, a razón de una feria de autos usados en Bogotá, Colombia. La mujer cosificada, convertida en objeto a ser adquirido por el hombre.

Por todo lo expresado es que sorprende tanto la siguiente campaña de Ford Fiesta lanzada hace unos días en Argentina:



En el medio tiene una dirigida a una madre, un tanto descolgada, pero en fin... Por si interesa, acá está la ficha técnica.

junio 04, 2008

Damaged

El mundo está plagado de gente con cara de nada (faceless people) que ante la simple pregunta "¿cómo estás?", ligeramente arroja un "muy bien", un "genial" o un "todo perfecto". Pareciera ser que vivimos en un mundo despreocupado y perfecto.

Sin embargo, en cuanto logras rasgar un poquito y pasar la superficie de una persona, te encuentras con dolor, resentimiento, soledad. Vivimos en un mundo en el que las fracturas expuestas sólo se maquillan para que no se vean, pero no se sanan. Y, para que no se note el rengueo al caminar, se deja de hacerlo. Así que nos quedamos con un mundo de maniquíes inmóviles. Dañados y estáticos. Perfectos a la vista, pero incapaces de vivir. Bien American Beauty style.

Hoy me encuentro con que muchas de las personas que más quiero, como si apenas hubiesen sobrevivido un terremoto o un huracán, están damaged. Ya sean enfermedades, problemas de autoestima, secuelas de un abuso infantil, abortos, embarazos perdidos, relaciones quebrantadas... lo que es común es el sufrimiento. Por todos lados hay lágrimas que esperan ser lloradas en un hombro hospitalario.

Dijo Jesús: "Bienaventurados los que sufren". ¿Bienaventurados? ¿Exageradamente felices? Hasta donde sé, el dolor no es agradable... incluso dejando toda tipo de patología masoquista de lado, el escozor del alma no es ni remotamente disfrutable... Y, sin embargo, el mundo está repleto de sufrientes. Ya sea a causa de algo que otros hicieron, algo que él/ella mismo/a hizo y no puede perdonarse, algo que pasó y no pudo evitarse, o algo que no se valoró hasta perderse... "Bienaventurados los que sufren, porque ellos serán consolados". La "alegría" del sufrimiento no se encuentra en él mismo, sino en la inevitable consecuencia de encontrar consuelo: “Y cuando te hayas consolado (siempre se encuentra consuelo) estarás contento de haberme conocido. Serás siempre mi amigo" (Antoine de Saint-Exupery, El principito).

Toda esta situación me deja en la inexcusable posición de no hacerme el desentendido. Estoy llamado a ser una agente de consolación: “Dios nos consuela en todas nuestras tribulaciones para que con el mismo consuelo que de Él hemos recibido, también nosotros podamos consolar a los que sufren” (2º Corintios 1:4). A ser un portador del shalom (de la manera en que las cosas deberían ser). Me refiero a un compromiso activo a hacer que éste sea un mundo mejor. De facilitar el derramamiento de lágrimas que deben ser lloradas, para que sus respectivas heridas se cierren. “Aunque pasemos por grandes angustias, Él -Dios- nos dará vida” (Salmo 138:7). Seamos como antorchas encendidas en medio de la noche profunda, llevando vida a los desolados, abandonados en la oscuridad más densa.


¡Hagamos bienaventurados a los que sufren! ¡Levémosles consolación! ¿No estamos para eso, acaso?

mayo 21, 2008

El elefante y la rata

Se hallaba un elefante bañándose tranquilamente en un remanso, en la mitad de la jungla, cuando, de pronto, se presentó una rata y se puso a insitir en que el elefante saliera del agua.
-No quiero -decía el elefante-. Estoy disfrutando y me niego a ser molestado.
-Insisto en que salgas ahora mismo -le dijo la rata.
-¿Por qué? -preguntó el elefante.
-No te lo diré hasta que hayas salido de ahí -le respondió la rata.
-Entonces no piendo salir -dijo el elefante.
Pero, al final, se dio por vencido. Salió pesadamente del agua, se quedó frente a la rata y dijo:
-Está bien, ¿para qué querías que saliera del agua?
-Para comprobar si te habías puesto mi bañador -le respondió la rata.

Es infinitamente más fácil para un elefante ponerse el bañador de una rata que para Dios acomodarse a nuestras doctas ideas acerca de Él.
(Anthony de Mello, El canto del pájaro).

mayo 16, 2008

Un zorro único en el mundo, o el reflejo de la propia luz

Últimamente ando extrañando mucho a una querida amiga. Ya hace bastante que no charlamos. Mi relación con ella es de esas que no dependen de la costumbre, los encuentros periódicos, ni los ámbitos de relación comunes. Claro que me gustaría tener la posibilidad de verla más seguido, pero tengo también la certeza de que la distancia no nos aleja. Es que, en cuanto nos vemos y empezamos a conversar, se siente como si no hubiese pasado más de una semana desde la última vez que nos encontramos, así hayan pasado varios meses.

“No era más que un zorro semejante a cien mil zorros. Pero yo lo hice mi amigo y ahora es único en el mundo” (Antoine de Saint-Exupery, El principito).

Para mí ella no era más que una chica igual a cualquier otra. Sin embargo, hoy me es única en el mundo. De ponerle un rótulo, una de esas nomenclaturas que tanto odio porque creo que más que explicar simplemente delimitan, diría que somos "mejores amigos". “La presencia de una persona dada es más que simplemente su apariencia o el sonido de su voz. También es su forma de pensar... y lo que probablemente sea más importante, los sentimientos que experimente respecto a uno” (David Eddings, El Tamuli).

Es que, piénsalo así: “¿Cuántos conoces que reflejen tu propia luz? La gente es más a menudo una antorcha que arde hasta apagarse. ¿Cuántas veces la gente toma y te devuelve tu propia expresión, tus más escondidos y temblorosos pensamientos?” (Ray Bradbury, Farenheit 451). Así me siento con ella. Con razón la extraño tanto...

A veces me siento como el personaje de esta publicidad de Telefónica:


¡Es tan dificil encontrar alguien que sintonice en nuestra misma frecuencia! ¡Tan a menudo nos encontramos esforzándonos por traducir aquello que nuestra alma piensa y siente, pero no puede expresar en palabras! Los verdaderos amigos, como la mía, son aquellos que pueden interpretar incluso hasta nuestros silencios.


“Junto a ti no tengo ya que disculparme, no tengo que defenderme, no tengo que probar nada (...) Más allá de mis palabras torpes, más allá de los razonamientos que me puedan engañar, tú consideras en mí simplemente al Hombre, tú honras en mí al embajador de creencias, de costumbres, de amores particulares. Si difiero de ti, lejos de menoscabarte, te engrandezco. Me interrogas como se interroga al viajero.
Yo, que como todos, experimento la necesidad de ser reconocido, me siento puro en ti y voy hacia ti. Tengo necesidad de ir allí donde soy puro. Jamás han sido mis fórmulas ni mis andanzas las que te informaron acerca de lo que soy, sino que la aceptación de quien soy te ha hecho, necesariamente, indulgente para con esas andanzas y esas fórmulas. Te estoy agradecido porque me recibes tal como soy. ¿Qué he de hacer con un amigo que me juzga? Si recibo a un amigo a mi mesa, le ruego que se siente, si renguea, pero no le pido que baile.
Amigo mío, tengo necesidad de ti como de una cumbre donde se puede respirar (...) Si todavía combato, combatiré un poco por ti. Tengo necesidad de ti para creer mejor en el advenimiento de esa sonrisa. Tengo necesidad de ayudarte a vivir (...) Yo serviré a tu verdad como tú hubieras servido a la mía”
(Antoine de Saint-Exupery, Carta a un rehén).

mayo 13, 2008

Mis vienticinco años

Hoy cumplo veinticinco años...

Antoine de Saint-Exupery dijo: "Es impresionante, ¡la edad de un hombre! Resume toda su vida. Esa, su madurez, se ha hecho lentamente. Se ha hecho contra tantos obstáculos vencidos, contra tantas graves enfermedades curadas, contra tantas penas calmadas, contra tantas desesperaciones superadas, contra tantos riesgos de los que la mayor parte escapó a la conciencia. Se ha hecho a través de tantos deseos, de tantas esperanzas, de tantas nostalgias, tantos olvidos, tanto amor. Representa una hermosa carga de experiencia y de recuerdos. ¡La edad del hombre! A pesar de las trampas, de los tumbos, de los atolladeros, hemos continuado avanzando, bien o mal, pasablemente, como una buena carreta. Y ahora, gracias a una convergencia obstinada de felices circunstancias, aquí estamos" (Antoine de Saint-Exupery, Carta a un rehén).

Amigo/a, aquí estamos...

mayo 09, 2008

Perspectiva, una cuestión de vasos medio vacíos o medio llenos

Una profecía que se autocumple es una suposición o predicción que, por sola razón de haberse hecho, convierte en realidad el suceso supuesto, esperado o profetizado y de esta manera confirma su propia "exactitud". Por ejemplo, si alguien por alguna razón supone que se lo desprecia, se comportará precisamente por eso de un modo desconfiado, insoportable, hipersensible que supondrá en los demás el propio desdén del cual el sujeto estaba convencido y que queda así "probado".
Un hecho todavía no producido, futuro, determinó efectos en el presente. Efectos que a su vez hicieron que cobrara realidad el hecho pronosticado. El futuro y no el pasado determinó pues el presente.
Un acto que es resultado de una profecía que se autocumple crea primero las condiciones para que se de el suceso esperado y en este sentido crea precisamente una realidad que no se habría dado sin aquel. Dicho no es pues ni verdadero ni falso; sencillamente crea una situación y con ella su propia "verdad".
La persona reacciona a un fenómeno que ya se desarrolla en el presente y de esta manera influye su curso en el presente. El curso se desencadena por obra de las medidas que se toman como (presunta) reacción al curso de cosas esperado. La presunta reacción (el efecto) es efectivamente una acción (la causa); la "solución" crea el problema; la profecía de un suceso hace que se cumpla el suceso profetizado.
La experiencia cotidiana nos enseña que sólo muy pocas profecías se autocumplen, sólo cuando se cree en una profecía, es decir, sólo cuando se la ve como un hecho que ya ha entrado, por así decirlo, en el futuro, puede la profecía influir en el presente y así cumplirse. Cuando falta este elemento de la creencia o de la convicción, falta también el efecto.
(Paul Watzlawick, "Profecías que se autocumplen", en La realidad inventada).

Un ejemplo claro:
Supongamos que en los medios dicen que habrá escases de un bien X (o que subirá de precio) en los próximos días. Entonces, la gente rápidamente sale a provisionarse de ese bien a fin de no faltarle (o de adquirirlo a un costo menor). Como consecuencia, el bien X efectivamente escasea (o aumenta de precio). Es decir, la predicción creó una situación en el presente que provocó su cumplimiento en el futuro.

Esto me deja pensando... ¿qué pasaría, entonces, si en vez de pensar siempre lo peor, pensáramos lo mejor? ¿Qué ocurriría si empezáramos a ver el vaso medio lleno, en vez de medio vacío? ¿Y si en vez de quejarnos de los problemas, buscáramos soluciones?

No digo que el querer o anhelar algo implicará obtenerlo, pero tampoco hará daño intentarlo, ¿no?


"Ella está en el horizonte. Me acerco dos pasos, ella se aleja dos pasos. Camino diez pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. Por mucho que yo camine, nunca la alcanzaré. ¿Para que sirve la utopía? Para eso sirve: para caminar" (Eduardo Galeano, Ventana sobre la utopía).

mayo 05, 2008

Un tiempo para todo bajo el sol

Para el post anterior tenía unos cuatro videos que quería postear... pero como que terminó demasiado "solemne" el asunto, así que no daba pegarlos. Pero bueno, los posteo ahora y fue!

"Todo tiene su momento oportuno; hay un tiempo para todo lo que se hace bajo el cielo: un tiempo para nacer, y un tiempo para morir; un tiempo para plantar, y un tiempo para cosechar; un tiempo para matar, y un tiempo para sanar; un tiempo para destruir, y un tiempo para construir; un tiempo para llorar, y un tiempo para reír; un tiempo para estar de luto, y un tiempo para saltar de gusto; un tiempo para esparcir piedras, y un tiempo para recogerlas; un tiempo para abrazarse, y un tiempo para despedirse; un tiempo para intentar, y un tiempo para desistir; un tiempo para guardar, y un tiempo para desechar; un tiempo para rasgar, y un tiempo para coser; un tiempo para callar, y un tiempo para hablar; un tiempo para amar, y un tiempo para odiar; un tiempo para la guerra, y un tiempo para la paz" (Eclesiastés 3:1-8).

O en versión audiovisual modernizada (por Ciento ochenta grados):


O qué tal estos otros dos, uno bien conocido (por Jarabe de palo) y otro no tanto (por Carlos Jean + Bebe):





Finalmente, un comediante español muy bueno (Luis Piedrahita) y sus reflexiones al respecto:


Saludos!

abril 30, 2008

El tiempo pasa, siempre

Hace unos días, una amiga me abrió su corazón para contarme algo que humedecía su alma. Una historia, como tantas otras, en la que no falta quién llore por aquello que perdió. En un momento de la conversación, dijo esto, como encontrando la solución para todos sus males: "Sólo quiero que el tiempo pase rápido".

Únicamente la escuché, no era momento para decir nada. Sentí algo de empatía por su tristeza, por haber recorrido yo mismo ese camino alguna vez, y finalmente le di un abrazo fuerte. Ella sonrió con dificultad, liberada por contar lo que sentía, pero angustiada por el largo camino en subida que le esperaba.

Sin embargo, su frase quedó dándome vueltas en la cabeza desde que salió de sus labios y llegó a mis oídos: "Sólo quiero que el tiempo pase rápido". Hoy escribo para decir y decirle todas las cosas que pensé en ese momento y luego seguí pensando, pero entonces no dije. Ahora que se enjugó el llanto seco del alma (ese que no lleva lágrimas por ser más hondo), es tiempo de expresarlas.

Dijo William Shakespeare, con toda la sabiduría que caracterizó su obra: “Suceda lo que suceda, aún en los días y en las horas borrascosas, el tiempo pasa” (Macbeth). Y eso no es poco.

Muchas veces suceden cosas inesperadas que no entendemos. Circunstancias que nos parten el alma al medio y no nos dejan respirar. Momentos en los que parece que el aire se solidifica y no pasa por la garganta. Aún en esos momentos, "el tiempo pasa". Y es cierto el refrán popular: "el tiempo -como un río que contínuamente limpia su cauce- cura todo".

Así que, amiga, ten por seguro que aún hoy, en medio de la tormenta, "el tiempo pasa", y con ello la tristeza y el dolor que ahora mismo oprimen tu pecho. Las ilusiones renacen, las esperanzas cobran fuerzas y lo adolecido nunca se pierde. Como dicen por ahí, "aquello que no te mata, te hace más fuerte".

Así que aquí te dejo, con tus fantasmas de lluvia, que ya pronto se irán tan solos como vinieron. Recuerda que el Invisible nunca te abandona.


"Nos vemos atribulados en todo, pero no abatidos; perplejos, pero no desesperados; perseguidos, pero no abandonados; derribados, pero no destruidos" (2° Corintios 4:8-9).

abril 23, 2008

Máscaras

Hace unos días un amigo me decía: "Utilizo tantas máscaras para agradar a la gente todo el tiempo, que tengo miedo de que cuando finalmente cobre el valor de decidir quitármelas, nadie reconozca ni aprecie a la persona que se encuentra debajo".

En su momento, no dije nada demasiado inteligente. Sólo intenté confortarlo. Le hablé acerca de la obra de Dios en su vida, y del producto de la misma. Le aseguré que si se dejaba transformar por Jesús, entonces su vida se llenaría de humildad, sinceridad, honestidad... y nadie dejaría de querer tener cerca a una persona que tuviese esas características.

Todas esas cosas no es que crea que no sean ciertas, o que no importen. Sin embargo, mi respuesta fue inútil para quien la oyó. Le hablé de una realidad trascendente, que está buenísima, pero no cambia nada en su vida hoy. Y, lo que es peor, ni siquiera me di cuenta del origen del problema.

El temor de sacarse las máscaras no está fundamentado en que quizás los demás no lo quieran, sino en que él mismo teme encontrarse con algo que no le guste. Él teme no quererse a sí mismo sin la construcción que elevó a su alrededor.

¿Qué es lo que nos impulsa a ocultar a los demás (y a nosotros mismos) nuestro yo, y a mostrar otra cosa, una versión supuestamente mejorada? Digo... prefiero la Venus de Milo como está hoy, a una versión nueva que intente tapar los errores, los pedazos faltantes productos del tiempo y las circunstancias. Entonces, ¿por qué no hacemos lo mismo con las personas? ¿Por qué preferimos la máscara perfecta e irreal a la persona imperfecta pero real y, por tanto, hermosa? ¡La construcción intelectual jamás será superior a la experiencia sensible! ¿O acaso no es mejor conocer la nieve o la aurora boreal que el relato que alguien pueda hacer acerca de cómo se percibe?

Un no muy recomendable libro que leí hace varios años ya dice: "La mayoría de la gente está atrapada en su armadura (...) Ponemos barreras para protegernos de quiénes somos. Luego un día quedamos atrapados tras las barreras y ya no podemos salir" (Robert Fisher, El caballero de la armadura oxidada). Más allá de que la obra en sí no sea muy buena, esa frase me parece rescatable.

Tardamos tanto tiempo y empeñamos tanto esfuerzo en construir nuestras máscaras que ya nos parecen más valiosas que nosotros mismos. De a poco, aprendimos a apreciar más la cáscara que el fruto dulce que se encuentra dentro. Miramos a los demás, y preferimos sus máscaras de felicidad falsa a sus lágrimas de angustia contenida. La sociedad se encarga de vendernos fast-smiles y nosotros las compramos obcecadamente, en vez de preferir una buena sonrisa sentida. ¿Cómo puede ser que lo artificial nos atraiga más que lo natural? Nos fijamos en nosotros mismos y hasta lleguemos a creer que el disfraz es mejor que el ente que oculta. ¿Qué nos pasa?

Quitemos ya el velo de una vez. Miremos a los demás a los ojos, a través de sus máscaras, directo al corazón. Saquemos nuestras caretas de en medio y mostremos nuestra alma como es, ya sea que se encuentre brillante como la mañana, o un poco golpeada por el camino recorrido. Al fin y al cabo, ¿no es infinitamente mejor ser que parecer?


"Cuando la necesidad nos arranca palabras sinceras, cae la máscara y aparece el hombre" (Lucrecio).

abril 22, 2008

De hormigas y hombres

Ayer vi algo que me impresionó. En las selvas tropicales, las hormigas son una de las especies más poderosas, por supuesto, no por su tamaño, sino por su gran número (millones por hectárea). Una de las maneras de la naturaleza para mantener el delicado equilibrio de la cadena alimenticia en ese ecosistema es a través de un hongo llamado Cordyceps unilateralis. Básicamente, las esporas de este hongo parásito entran en el cuerpo de la hormiga, en su cerebro específicamente. Y ahí mismo empieza a crecer. Inevitablemente, este concluye con la muerte del insecto en cuestión.

Y esto, tan raro, ciencia ficción like y hasta un poco asqueroso, se parece tanto a lo que le pasa a los hombres...



El hongo entra en la cabeza de la hormiga y la distrae, la enloquece. Modifica su comportamiento, pierde el sentido de por qué hace lo que hace. Se pierde. ¿No ocurre lo mismo, acaso, con el pecado? Entendiendo el pecado como todo aquello que se aleja de la naturaleza misma de Dios (Dios es verdad, por ende la mentira es pecado; Dios es el fundador de la vida, por tanto todo tipo de asesinato es pecado, etc.), siendo Dios quien crea la vida y la mantiene funcionando, es lógico pensar que entonces, su consecuencia sea la muerte, por cuanto nos separamos de Aquel que nos da vida (sería como desenchufar un velador y pretender que la luz siga encendida).

El pecado entra en nuestra mente y se alimenta de nuestros pensamientos, crece. Nos trasforma, nos cambia. Empezamos a hacer y pensar cosas que jamás imaginamos haríamos. Nos alejamos de quienes nos quieren. Rompemos el balance de la vida en comunidad. Nos termina matando.



Es tan gráfico lo que ocurre con la hormiga... casi tanto como lo que ocurre con el hombre.

Otra cosa muy interesante: las demás hormigas, al ver los síntomas de la compañera infectada y temer por la seguridad de la comunidad, la expulsan (si el hongo creciera dentro del hormiguero, al completar su crecimiento liberaría las mismas esporas que enfermaron a la primera hormiga, causando que muchas más muriesen). Me recuerda a Pablo pidiéndoles a los corintios que expulsen al hermano inmoral: "Por carta ya les he dicho que no se relacionen con personas inmorales. Por supuesto, no me refería a la gente inmoral de este mundo, ni a los avaros, estafadores o idólatras. En tal caso, tendrían ustedes que salirse de este mundo. Pero en esta carta quiero aclararles que no deben relacionarse con nadie que, llamándose hermano, sea inmoral o avaro, idólatra, calumniador, borracho o estafador. Con tal persona ni siquiera deben juntarse para comer" (1° Corintios 5:9-11). No sea cosa que un poco de levadura fermente toda la masa...

Increíble cómo los principios de Dios se ven reflejados en la naturaleza, ¿no?

abril 19, 2008

Adolecer

No necesitamos creer algo para que sea cierto. Sin embargo, en cuanto lo hacemos, comenzamos a pensar que sabemos todo al respecto. Lo conocemos, por tanto, le fijamos límites, lo enmarcamos dentro de nuestros paradigmas. Lo limitamos.

¿Es acaso todo susceptible de delimitarse? ¿Lo es el hombre? ¿Lo es el mundo? ¿Lo es Dios? Ayer cumplimos tres años de novios con mi novia y le escribí una carta que incluía este fragmento:

"A veces, no te entiendo. Te miro, te escucho, trato de buscarle la vuelta... pero no termino de comprenderte. Sin embargo, no me molesta. Al contrario, creo que sería terrible saberte por completo, acabadamente, anticiparte a cada momento. Me gusta que haya lugar para la sorpresa, para el inesperado. Me gusta mirar hacia delante y tener una vida para conocerte más, para amarte cada vez más".

¿Y qué si extendiésemos (en vez de limitar) ese pensamiento a todas las áreas de nuestra vida? ¿Qué tal si nos dejáramos maravillar por el mundo? ¿Qué tal si cada tanto las estrellas o un atardecer nos humedecieran el alma? ¿Qué pasaría si nos dejáramos maravillar por el misterio humano? ¿Qué pasaría si nos arriesgáramos a conocer a un Dios más grande del que nuestro pensamiento puede abarcar?

Toda disciplina para ser considerada científica debe tener, entre otras cosas, un objeto de estudio determinado. Eso implica que pueda delimitárselo. A veces, tratamos a las personas como objetos: las prejuzgamos, las menospreciamos, las pensamos acabadas. A veces percibimos así a la realidad, desde nuestra cosmovisión segura y comprobada. A veces pensamos así a Dios, desde nuestra teología a prueba de fallas.

Entonces, algo ocurre que hace temblar la mesa hasta que las piezas de nuestra casi victoria asegurada tiemblan y se desparraman. Rey, peones, alfiles, planes y estructuras se hacen pedazos. Y, sin embargo, cuánto más grande parece el tablero ahora, cuántas posibilidades más ahora se abren.

¿Qué tal si nos animamos a cambiar, a mover el ángulo del telescopio, a reacomodar los fundamentos? Si vemos que las cosas así no funcionan, o no funcionan bien, o nos damos cuenta de que podrían funcionar mucho mejor, ¿por qué no?

"Nunca vamos a ser los de antes. Mejores o peores, cada uno lo sabrá. Por dentro, y a veces por fuera, nos pasó una tormenta, un vendaval, y esta calma de ahora tiene árboles caídos, techos desmoronados, azoteas sin antenas, escombros, muchos escombros. Tenemos que reconstruirnos, claro: levantar nuevas casas, estupendo, pero ¿será bueno que el arquitecto se limite a reproducir fielmente el plano anterior, o será infinitamente mejor que repiense el problema y dibuje un nuevo plano, en el que se contemplen nuestras necesidades actuales? Quitar los escombros, dentro de lo posible; porque también habrá escombros que nadie podrá quitar del corazón y la memoria" (Mario Benedetti, Primavera con una esquina rota).

Nadie podrá quitarnos jamás aquello que hayamos adolecido. ¿Por qué, entonces, negarse a hacerlo?