junio 04, 2008

Damaged

El mundo está plagado de gente con cara de nada (faceless people) que ante la simple pregunta "¿cómo estás?", ligeramente arroja un "muy bien", un "genial" o un "todo perfecto". Pareciera ser que vivimos en un mundo despreocupado y perfecto.

Sin embargo, en cuanto logras rasgar un poquito y pasar la superficie de una persona, te encuentras con dolor, resentimiento, soledad. Vivimos en un mundo en el que las fracturas expuestas sólo se maquillan para que no se vean, pero no se sanan. Y, para que no se note el rengueo al caminar, se deja de hacerlo. Así que nos quedamos con un mundo de maniquíes inmóviles. Dañados y estáticos. Perfectos a la vista, pero incapaces de vivir. Bien American Beauty style.

Hoy me encuentro con que muchas de las personas que más quiero, como si apenas hubiesen sobrevivido un terremoto o un huracán, están damaged. Ya sean enfermedades, problemas de autoestima, secuelas de un abuso infantil, abortos, embarazos perdidos, relaciones quebrantadas... lo que es común es el sufrimiento. Por todos lados hay lágrimas que esperan ser lloradas en un hombro hospitalario.

Dijo Jesús: "Bienaventurados los que sufren". ¿Bienaventurados? ¿Exageradamente felices? Hasta donde sé, el dolor no es agradable... incluso dejando toda tipo de patología masoquista de lado, el escozor del alma no es ni remotamente disfrutable... Y, sin embargo, el mundo está repleto de sufrientes. Ya sea a causa de algo que otros hicieron, algo que él/ella mismo/a hizo y no puede perdonarse, algo que pasó y no pudo evitarse, o algo que no se valoró hasta perderse... "Bienaventurados los que sufren, porque ellos serán consolados". La "alegría" del sufrimiento no se encuentra en él mismo, sino en la inevitable consecuencia de encontrar consuelo: “Y cuando te hayas consolado (siempre se encuentra consuelo) estarás contento de haberme conocido. Serás siempre mi amigo" (Antoine de Saint-Exupery, El principito).

Toda esta situación me deja en la inexcusable posición de no hacerme el desentendido. Estoy llamado a ser una agente de consolación: “Dios nos consuela en todas nuestras tribulaciones para que con el mismo consuelo que de Él hemos recibido, también nosotros podamos consolar a los que sufren” (2º Corintios 1:4). A ser un portador del shalom (de la manera en que las cosas deberían ser). Me refiero a un compromiso activo a hacer que éste sea un mundo mejor. De facilitar el derramamiento de lágrimas que deben ser lloradas, para que sus respectivas heridas se cierren. “Aunque pasemos por grandes angustias, Él -Dios- nos dará vida” (Salmo 138:7). Seamos como antorchas encendidas en medio de la noche profunda, llevando vida a los desolados, abandonados en la oscuridad más densa.


¡Hagamos bienaventurados a los que sufren! ¡Levémosles consolación! ¿No estamos para eso, acaso?

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