agosto 20, 2010

Huérfanos de Dios

La cuestión capital que atormenta y divide, consciente o inconscientemente, a los cristianos actuales, me parece la siguiente: ¿dónde encontrar a Dios? Desde su revelación en Jesucristo, ¿no ha desaparecido Dios más que nunca? ¿no se ha sumergido en la humanidad hasta el punto de no poder ser ya alcanzado más que en nuestros hermanos? ¿podemos tener con Dios alguna relación que no coincida con nuestras relaciones con los hombres? ¿hay alguna otra forma de contribuir a la llegada del reino de Dios, distinta de luchar por una sociedad más justa y más fraternal? Toda la religión que se nos ha enseñado, ¿no será más que una superestructura, una interpretación mitológica de ese gran esfuerzo de la humanidad en evolución hacia un porvenir digno de ella?
Día tras día, la ausencia y el silencio de Dios van escandalizando más a sus últimos fieles. Dios ya no tiene lugar alguno en las ciencias, orgullosas de poder prescindir de Él para explicar los fenómenos. Dios tampoco es indispensable en la moral: los ateos tienen reglas de conducta más rigurosas y generosas a veces que los cristianos. Dios ya no es el conservador del orden social y político. Dios perdería su crédito si exigiese un culto, unas ceremonias, unos homenajes, en una época en la que se ha comprendido que la verdadera grandeza está en la sencillez, y la verdadera superioridad en el servicio. Aquellas palabras extrañas de san Juan: “A Dios nunca lo ha conocido nadie” (1:18), reciben en nuestra época una terrible confirmación.
Pero entonces, ¿qué queda del cristianismo?
Precisamente, lo esencial: que Jesús anunció, preparó, vivió esa concepción de una vida plenamente humana, que fuese auténticamente una vida divina. Para él, nuestras relaciones con Dios se confunden con nuestras relaciones humanas. No hay que esperar del cielo esas intervenciones que dispensan a los hombres de asumir su responsabilidad y cumplir con su deber. No queda ya nada por adquirir de Dios como don o conocimiento; pero queda todo por hacer para saber qué es el hombre y para trabajar por llegar a serlo.
Las dos grandes frases de Cristo que inspiran a la teología contemporánea son:
1. La frase de Mateo 25:40: “En verdad os digo que cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis”. Dios se identifica con los hombres, con todos los hombres. Nuestras verdaderas relaciones con Él no son cultuales, sino sociales. Estamos tan cerca de Dios como lo estamos de nuestros vecinos. Somos tan agradables a Dios como lo somos a nuestros hermanos. No seremos juzgados por nuestros actos religiosos (“No son los que dicen: ¡Señor! ¡Señor!...”), sino por nuestro comportamiento familiar, profesional, político. Podremos salvarnos sin haber pensado nunca en Dios (“Señor, ¿cuándo te vimos hambriento...?”), pero nos perderemos, sean cuales fueren nuestros ejercicios religiosos, si no servimos a nuestros hermanos.
2. La frase del Calvario: “Dios mío, Dios mío; ¿por qué me has abandonado?” (Marcos 15:34). Jesús no puede eludir su condición humana, no puede salvarse “por arriba”, como lo esperan y lo tientan los hombres “religiosos”. Es totalmente solidario con los hombres. No puede contar con Dios para salvarse solo. Queda excluido todo recurso a lo “vertical”. Solo se salvará salvándonos. Ningún recurso a Dios puede eximirnos de nuestras tareas humanas.
Evidentemente, resulta difícil creer que Dios nos haya dirigido semejante mensaje, que Dios haya suprimido la “religión” para instituir el humanismo, que Dios se haya anonadado en Jesucristo, o sea, que haya destruido la antigua imagen que de Él nos forjábamos (y que hemos conservado) para crear otra totalmente nueva: que Dios es humano, que Dios es el más humano de todos los seres, tanto que nos ha enseñado a ser hombres.
Es mucho más fácil escamotear la encarnación e insinuar que Dios ha simulado que se hacía hombre, pero siendo realmente distinto y superior a nosotros por completo. Para muchos cristianos, Jesús es un príncipe vestido de mendigo, que recobró luego su verdadera identidad después de terminada la excursión, con más derecho que antes todavía a nuestra admiración y a nuestro culto.
Pero de este modo, como dijo Garaudy, han robado a Cristo a los hombres, para convertirlo en un mito, en un cuento de hadas.
La verdad del cristianismo no es que “Dios ha visitado a la tierra”, sino que una fuerte representación válida de Dios está encerrada en lo humano. Nunca llegaremos a ser lo bastante hombres para conocer a Dios y parecernos a Él. Es inútil esforzarnos en representarnos a Dios y en agradarle: hemos de hacernos hombres en solidaridad total con todos los hombres, como Jesús.
Dios desaparece para revelarse, Dios nos ha abandonado para que nos volviésemos a nuestros hermanos y lo encontrásemos de verdad en el instante en que creíamos perderlo.
Tal es la experiencia de muchos cristianos que se comprometen con la acción política, social, internacional. Empiezan por motivos religiosos, pero cuanto más avanzan, más les arrastra el interés de sus tareas y más sienten que pierden color las motivaciones que les habían arrastrado al principio.
Habían venido “por amor de Dios”, y tienen miedo de haberle perdido al continuar allí “por amor de sus hermanos”.
Pero quizás lo único que han perdido ha sido una mala fe, una concepción superficial de la encarnación. Y es quizás cuando se han sentido solos, huérfanos de Dios, totalmente comprometidos en sus tareas, cuando más cerca han estado de Cristo. También él -el primero- vivió este alejamiento aparente del Padre en el momento en que más se entregaba a los hombres. Y entonces hizo ese acto de fe, por encima de todo lo que sentía, en la unidad final de los dos amores que llevaba en su corazón.


Evely, Louis. La cosa empezó en Galilea (Ciclo B). Sígueme. Salamanca, 1977.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Estimado Aly , lamentablemente yo he sido uno de aquellos quien crecio en un ambiente cultual , del cual no pude aprender sobre el amor hacia las personas, la solidaridad, la defensa de las causas sociales , seguramente sea mi culpa, Y hoy me lamento que la COMODIDAD del culto, pesa mas que el SACRIFICIO de la CAUSA SOCIAL. Este escrito , me conmueve y toca las fibras mas dormidas que he tenido de la sensibilidad de DIOS hacia la humanidad. Gracias DIOS por darme la oportunidad de leerlo, pues eso me da cuenta que aun tengo esperanza de actuar con mi projimo y mi enemigo.

Bendiciones.