abril 19, 2008

Adolecer

No necesitamos creer algo para que sea cierto. Sin embargo, en cuanto lo hacemos, comenzamos a pensar que sabemos todo al respecto. Lo conocemos, por tanto, le fijamos límites, lo enmarcamos dentro de nuestros paradigmas. Lo limitamos.

¿Es acaso todo susceptible de delimitarse? ¿Lo es el hombre? ¿Lo es el mundo? ¿Lo es Dios? Ayer cumplimos tres años de novios con mi novia y le escribí una carta que incluía este fragmento:

"A veces, no te entiendo. Te miro, te escucho, trato de buscarle la vuelta... pero no termino de comprenderte. Sin embargo, no me molesta. Al contrario, creo que sería terrible saberte por completo, acabadamente, anticiparte a cada momento. Me gusta que haya lugar para la sorpresa, para el inesperado. Me gusta mirar hacia delante y tener una vida para conocerte más, para amarte cada vez más".

¿Y qué si extendiésemos (en vez de limitar) ese pensamiento a todas las áreas de nuestra vida? ¿Qué tal si nos dejáramos maravillar por el mundo? ¿Qué tal si cada tanto las estrellas o un atardecer nos humedecieran el alma? ¿Qué pasaría si nos dejáramos maravillar por el misterio humano? ¿Qué pasaría si nos arriesgáramos a conocer a un Dios más grande del que nuestro pensamiento puede abarcar?

Toda disciplina para ser considerada científica debe tener, entre otras cosas, un objeto de estudio determinado. Eso implica que pueda delimitárselo. A veces, tratamos a las personas como objetos: las prejuzgamos, las menospreciamos, las pensamos acabadas. A veces percibimos así a la realidad, desde nuestra cosmovisión segura y comprobada. A veces pensamos así a Dios, desde nuestra teología a prueba de fallas.

Entonces, algo ocurre que hace temblar la mesa hasta que las piezas de nuestra casi victoria asegurada tiemblan y se desparraman. Rey, peones, alfiles, planes y estructuras se hacen pedazos. Y, sin embargo, cuánto más grande parece el tablero ahora, cuántas posibilidades más ahora se abren.

¿Qué tal si nos animamos a cambiar, a mover el ángulo del telescopio, a reacomodar los fundamentos? Si vemos que las cosas así no funcionan, o no funcionan bien, o nos damos cuenta de que podrían funcionar mucho mejor, ¿por qué no?

"Nunca vamos a ser los de antes. Mejores o peores, cada uno lo sabrá. Por dentro, y a veces por fuera, nos pasó una tormenta, un vendaval, y esta calma de ahora tiene árboles caídos, techos desmoronados, azoteas sin antenas, escombros, muchos escombros. Tenemos que reconstruirnos, claro: levantar nuevas casas, estupendo, pero ¿será bueno que el arquitecto se limite a reproducir fielmente el plano anterior, o será infinitamente mejor que repiense el problema y dibuje un nuevo plano, en el que se contemplen nuestras necesidades actuales? Quitar los escombros, dentro de lo posible; porque también habrá escombros que nadie podrá quitar del corazón y la memoria" (Mario Benedetti, Primavera con una esquina rota).

Nadie podrá quitarnos jamás aquello que hayamos adolecido. ¿Por qué, entonces, negarse a hacerlo?

No hay comentarios: