abril 22, 2008

De hormigas y hombres

Ayer vi algo que me impresionó. En las selvas tropicales, las hormigas son una de las especies más poderosas, por supuesto, no por su tamaño, sino por su gran número (millones por hectárea). Una de las maneras de la naturaleza para mantener el delicado equilibrio de la cadena alimenticia en ese ecosistema es a través de un hongo llamado Cordyceps unilateralis. Básicamente, las esporas de este hongo parásito entran en el cuerpo de la hormiga, en su cerebro específicamente. Y ahí mismo empieza a crecer. Inevitablemente, este concluye con la muerte del insecto en cuestión.

Y esto, tan raro, ciencia ficción like y hasta un poco asqueroso, se parece tanto a lo que le pasa a los hombres...



El hongo entra en la cabeza de la hormiga y la distrae, la enloquece. Modifica su comportamiento, pierde el sentido de por qué hace lo que hace. Se pierde. ¿No ocurre lo mismo, acaso, con el pecado? Entendiendo el pecado como todo aquello que se aleja de la naturaleza misma de Dios (Dios es verdad, por ende la mentira es pecado; Dios es el fundador de la vida, por tanto todo tipo de asesinato es pecado, etc.), siendo Dios quien crea la vida y la mantiene funcionando, es lógico pensar que entonces, su consecuencia sea la muerte, por cuanto nos separamos de Aquel que nos da vida (sería como desenchufar un velador y pretender que la luz siga encendida).

El pecado entra en nuestra mente y se alimenta de nuestros pensamientos, crece. Nos trasforma, nos cambia. Empezamos a hacer y pensar cosas que jamás imaginamos haríamos. Nos alejamos de quienes nos quieren. Rompemos el balance de la vida en comunidad. Nos termina matando.



Es tan gráfico lo que ocurre con la hormiga... casi tanto como lo que ocurre con el hombre.

Otra cosa muy interesante: las demás hormigas, al ver los síntomas de la compañera infectada y temer por la seguridad de la comunidad, la expulsan (si el hongo creciera dentro del hormiguero, al completar su crecimiento liberaría las mismas esporas que enfermaron a la primera hormiga, causando que muchas más muriesen). Me recuerda a Pablo pidiéndoles a los corintios que expulsen al hermano inmoral: "Por carta ya les he dicho que no se relacionen con personas inmorales. Por supuesto, no me refería a la gente inmoral de este mundo, ni a los avaros, estafadores o idólatras. En tal caso, tendrían ustedes que salirse de este mundo. Pero en esta carta quiero aclararles que no deben relacionarse con nadie que, llamándose hermano, sea inmoral o avaro, idólatra, calumniador, borracho o estafador. Con tal persona ni siquiera deben juntarse para comer" (1° Corintios 5:9-11). No sea cosa que un poco de levadura fermente toda la masa...

Increíble cómo los principios de Dios se ven reflejados en la naturaleza, ¿no?

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